La fibromialgia, una enfermedad sobre todo femenina, se caracteriza por un dolor persistente y generalizado en extensas áreas musculares Su origen está en una alteración del sistema nociceptivo, organizado en un conjunto de fibras nerviosas específicas, distribuidas de manera homogénea, que elaboran el dolor, su localización y su experiencia sensorial y emocional.
Este sistema se altera y sensibiliza de forma patológica: está activo incluso en reposo. Por este motivo, los afectados padecen un dolor insidioso y continuo. Pero el dolor no es el único síntoma de la enfermedad, también sufren fatiga crónica, que puede limitar la capacidad funcional. Los más afectados no pueden recuperarse de este cansancio extremo, que puede ser de distinta intensidad, ni con reposo.
La fibromialgia no se puede evitar, aunque sí se puede prevenir el empeoramiento de la enfermedad con el tratamiento adecuado. Primero hay que evitar las cargas físicas y no físicas que pueden dispararlo. La sobrecarga física no es un sobreesfuerzo puntual y de alto nivel, sino más bien mantenido, aunque sea de bajo nivel. Las no físicas son preocupaciones emocionales.
Las personas con fibromialgia tienen una gran implicación en sus actividades, son auto-exigentes, responsables y tienen una funcionalidad excesiva, por lo que deben hacer un cambio preventivo para mejorar la enfermedad y prevenir su empeoramiento. Otro es el tratamiento biológico de la enfermedad dirigido a disminuir la actividad -patológicamente alta- del sistema nociceptivo y a regularla, junto con otros medicamentos para tratar las lesiones provocadas por el dolor.
El tercer pilar es el ejercicio físico progresivo, moderado, tipo aeróbico y cardiovascular, para aprender a manejar los estímulos físicos y fortalecerse. La práctica deportiva y las terapias naturales aportan numerosos beneficios a los pacientes con fibromialgia.
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