¿Han visto alguna vez a los salmones saltando río arriba? Realizan un viaje contra la corriente increíble, que todavía no es demasiado comprendido por los científicos.
El Salmón nace en el río y permanece en agua dulce mientras es pequeño. Cuando llega su juventud, baja hasta el mar, donde vive y llega a su madurez. Cuando se acerca la época de la reproducción, emprende el camino de vuelta, volviendo exactamente al lugar donde nació.
Es un viaje muy duro. Centenares de kilómetros, llenos de dificultades, de rápidos y cascadas. Entonces comienza a dudar y piensa: No puedo más. Me quedaré a descansar un rato allá, donde parece que el agua es más tranquila.
Pero, al mismo tiempo, escucha una voz interior que le empuja: ¡No te dejes llevar por lo comodidad, cumple tu designio! ¡continúa tu viaje con los compañeros que luchan a tu lado! O sigues río arriba o la corriente te arrastrara hacia abajo. No hay otra alternativa: ¡O río arriba o hacia el mar!
Parece que los salmones, una vez que han comenzado su ascensión río arriba, no comen nada. Solo el instinto les da fuerzas para luchar contra la corriente. No todos llegan a la meta: muchos mueren exhaustos durante su titánico viaje. Pero al llegar al lugar de su nacimiento, las hembras ponen los huevos y los machos los fertilizan. Ya pueden, agotados, morir: ellos sí que han sido fecundos.
Nadar río arriba en la vida puede ser difícil, pero es el precio de la verdadera fecundidad cuando cumples con tu designio. ¿Qué experiencias en la vida avalan esta afirmación? ¿Qué voces desde el exterior nos tientan para no luchar?
Solo somos auténticamente fecundos si somos capaces de oírnos a nosotros mismos y nadar río arriba.